Edición 423 .
La vida tras el apocalipsis continuó en Losar de la Vera casi con normalidad. Aparecían zombies de vez en cuando, alguno se infectaba y había que acabar con él, pero en general se podía vivir en el pueblo, las historias de la catástrofe en las grandes ciudades, del hambre y la escasez llegaban y los más mayores negaban con la cabeza y decían “Si es que tanta gente junta no podía ser bueno” o “Eso les pasa por no saber cuidar la huerta, sino verías cómo tenían que comer”. Pero poco a poco el número de zombies que llegan va aumentando, las ciudades se vacían y los muertos van invadiendo las áreas más tranquilas. Poe eso hoy todos se acuerdan de Manolo.
Manolo era un hombre del pueblo, más bien una leyenda. Todos cuentan sus historias, algunas admirables y otras no tanto… no se puede negar que vivió una vida interesante. Ahora anciano y cansado ha muerto cómo el hubiera querido, de infarto después de una juega que duró tres días.
Todo esto no sería más que otra historia de un habitante bastante peculiar de Losar de la Vega si no fuera por una característica especial. Manolo era inmune al virus. Ya hace años un zombie le mordió y no se infectó, desde entonces se convirtió en una suerte de arma secreta contra los zombies, un guerrero que no puede infectarse y que con paciencia se libraba de todos lo que hicieran falta sin temor a ser contagiado.
Ahora en su entierro su primo ha prometido revelar el secreto, darles a todos los habitantes la clave para ser inmunes, pero primero tendrán que demostrarle que se lo merecen.
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